miércoles, 17 de noviembre de 2010

Ciudad Mier: Éxodo, Desplazados, Cenizas Y Guerra.

Quien no crea que verdaderamente esto es una guerra debería darse una vuelta por Mier, Tamaulipas, en estos días. No le quedarán dudas. La llamada "Atenas de Tamaulipas" se ha vuelto un pueblo fantasma. Sus habitantes han iniciado un éxodo con lo poco que les queda.

La bella arquitectura decimonónica del poblado, que relata en silencio la historia de Tamaulipas, está hoy carcomida por las balas. Obeliscos, casonas y plazuelas en las que no será extraño encontrar vestigios de metralla.

Y es que Mier se volvió epicentro en la disputa fratricida que por el territorio mantienen Cártel del Golfo y Zetas en la llamada frontera chica, temperamental región que va de Reynosa a Nuevo Laredo y que se ha ido peleando calle por calle. Los del Golfo han logrado recuperar la ciudad de Miguel Alemán y en los últimos meses han centrado su lucha en Mier y Guerrero, bastiones que los Zetas defienden a sangre y fuego. Es la antesala a Nuevo Laredo, la joya de la corona entre los cruces internacionales del país.

Es así como Mier, pueblo mágico, antiguo, nostálgico, de gente de trabajo humilde, se ha vuelto el botín de las bandas del crimen organizado que mueven miles de millones de dólares en su negocio.

Por eso en las calles de Mier se ven cenizas. Vestigios de combates pasados. Restos carbonizados de camionetas de modelo reciente que ya forman parte del paisaje. En algún enfrentamiento fueron alcanzadas por las granadas, incendiadas, y dejadas a asar. Nadie se preocupó por quitarlas o limpiar. Ahí van quedando. Como cascajo. Desechables, como todo en la guerra.





Cenizas de casas, que son facturas que se cobran a lo chino. Donde el papel no tiene validez. Si la debes, la pagas. Los habitantes de Mier aseguran que una gran cantidad de casas fueron incendiadas por la sola sospecha de que alguno de sus habitantes trabajaba con alguno de los bandos.



La gente de la ciudad ya tuvo suficiente y han decidido salir de la ciudad. No saben cuándo regresarán, si es que un día lo hacen. Han decidido llevarse todo lo que tienen o, mejor dicho, lo poco que les queda.

"Hoy vi en la carretera más de 12 camionetas cargadas con muebles," dice un nativo de Mier. "Una sóla tienda surtió el repartidor de Bimbo hoy."

La gente ha cerrado sus negocios para marcharse. Sólo un puñado de habitantes permanecen en sus propiedades.

El Ejército ha apoyado dando seguridad a los habitantes que regresan a Mier para terminar la mudanza y marcharse a otro lugar. A comenzar de nuevo. A donde tienen algún familiar o, de plano, a donde se pueda.

En la cercana ciudad de Miguel Alemán se ha habilitado un albergue al que ya han llegado 300 habitantes de Mier. Otras poblaciones como Camargo han comenzado a enviarles víveres.

"Estamos operando el albergue de la misma manera que el Ejército nos enseñó durante el huracán Alex," dijo al periódico texano The Monitor el alcalde de Miguel Alemán, Servando López Moreno. "Estamos apoyando a esta gente aquí y ayudándoles. Huyen de cosas que no podemos arreglar."

Pareciera un programa de evacuación ante la inminencia de una catástrofe natural. Pero este meteoro es de otro tipo. Es la catástrofe natural del hombre. Es el huracán llamado venganza para el cual hoy viven su día a día muchos hombres de la región al servicio de los cárteles. Despiertan con el sólo propósito de darle muerte al rival.

Así sucedió el pasado Lunes, cuando Mier vio el amanecer entre el sonido de intensa metralla. El combate empezó en Mier y terminó en el poblado cercano de Los Guerra.

Una serie de videos, de casi media hora de duración, fueron subidos a YouTube con el ruido del enfrentamiento. Decenas de armas de distintos calibres, granadas, y ráfagas continuas hasta agotar el cargador. No dejan lugar a dudas. Y ya ni siquiera los gallos se inmutan ante el ensordecedor tableteo de las armas. Se escuchan cantar en el video con el mismo vigor de siempre.

En el ambiente se percibe la sensación de que la situación de Mier no terminará pronto. En "El Chilito", portal de noticias sobre la frontera chica, ya se reporta la búsqueda de mecanismos para que los exiliados puedan encontrar trabajo en Miguel Alemán y los niños desplazados puedan reanudar su programa escolar instruidos por los mismos maestros que también han salido del poblado.

Mier grita por atención desde su exilio, al igual que muchos poblaciones y ciudades pequeñas de Tamaulipas que viven situaciones similares. Guerrero, San Fernando, Mante, Camargo, Valle Hermoso, y muchas otras viven su flagelo amordazados. La prensa del estado no reporta y las voces de sus ciudadanos no siempre logran resonar en las redes sociales.

En Mier están las evidencias de lo que es una guerra, por si algún escéptico quiere ir.

jueves, 28 de octubre de 2010

El Discurso De Eugenio Hernández: Del “No Pasa Nada” a “La Violencia Nos Rebasó.”

Si hay una región de México que en este momento se pueda considerar un estado fallido, ese lugar se llama Tamaulipas.

El gobernador del estado, Eugenio Hernández, está totalmente rebasado, incapaz de ponerle freno a la violencia. Pero, sobre todo, incapaz de dar la cara a sus gobernados y poderles dar una explicación honesta. De ofrecer disculpas ni hablamos, y de ofrecer su investidura en prenda, mucho menos.

Basta con revisar su discurso desde Febrero a la fecha para darnos cuenta que Eugenio Hernández no asume ni un ápice de responsabilidad en la situación actual del estado que gobierna, pero nos daremos cuenta también que su autoridad ha ido diluyéndose hasta un nivel caricaturesco.

En Febrero, Tamaulipas se convirtió en un escenario en guerra. El Cartel del Golfo y Los Zetas se dividieron generando una violencia fratricida, llevándose en el camino a los cuerpos de seguridad que protegían a uno u otro bando.

El 7 de Febrero por la madrugada, ocurrió en Reynosa uno de los enfrentamientos más fuertes de que se tenga memoria en el estado. Los sonidos de armas de alto poder y las detonaciones de decenas de granadas con que se enfrentaban delincuentes y efectivos de la Marina en la colonia Puerta del Sol se escucharon por la mayor parte de la ciudad. Extraoficialmente, las bajas por ambos bandos habrían sido más de 50.

Los medios locales guardaron silencio. Sin embargo, varios videos grabados por ciudadanos, con los sonidos del enfrentamiento, aparecieron en YouTube.

Siguió una escalada en la violencia. Caravanas de lujosas camionetas rotuladas con las siglas del Cartel del Golfo y otras con la Z, repletas de hombres armados, comenzaron a circular con flagrancia en carreteras, poblados y ciudades del norte del estado en medio de un silencio total de la prensa regional que no reportaba lo que sucedía en las calles.

Las redes sociales en internet se llenaron de reportes ciudadanos con detalles sobre fuertes combates entre civiles y militares en todo el estado, bloqueos de avenidas mediante el robo con violencia de autos particulares, atentados con granadas en edificios de cuerpos de seguridad, levantones múltiples de policías en sus propios cuarteles pero, sobre todo, llamados de auxilio de la ciudadanía rogando la atención de la prensa nacional ante el silencio de los medios locales.

"No Pasa Nada Son Rumores"

Desde el gobierno del estado, el mensaje era que no pasaba nada. Que dichos reportes obedecían a una psicosis y, casi entre risas, se minimizaban los testimonios de los ciudadanos en las redes sociales.

“No hay nada,” decía Eugenio Hernández a la prensa local el 25 de Febrero. “Gran parte de la psicosis ha sido generada por rumores infundados. Quiero hacer un llamado a la población para que no se haga caso de rumores ni de información divulgada por las redes sociales de Internet, porque han hecho mucho daño en Tamaulipas.”


Los medios nacionales notaron que algo raro pasaba en Tamaulipas y fue Denise Maerker, en su noticiero radiofónico “Atando Cabos” y en su programa “Punto de Partida” de Televisa, quien comenzó a insistir ante las autoridades estatales. La periodista calificaba de “extraña situación” lo que ocurría en Tamaulipas con la negación de las autoridades, el silencio de los medios locales y los reportes ciudadanos.

Por esos mismos días, Maerker difundió en su noticiero de radio varios testimonios ciudadanos recibidos por correo electrónico dando fundamento a la violencia en Reynosa. También presentó un audio con declaraciones del gobernador Eugenio Hernández reiterando que Tamaulipas estaba en calma.

“La autoridades nos dicen que no está pasando nada,” comentó Denise Maerker luego de escuchar las declaraciones. “Pero es que entonces pareciera que hay una cantidad de gente en Tamaulipas que se está volviendo loca, porque el gobernador nos dice ‘No está pasando nada’  pero hay correos electrónicos que dicen lo contrario.”

El 27 de febrero, un video publicado en YouTube puso en evidencia la falsedad en los dichos del gobernador. Esa madrugada se libró un duro enfrentamiento por varias horas en la ciudad de Camargo, importante bastión de “Los Zetas.”

Por la mañana, una ciudadana anónima recorrió la zona grabando en video lo que había sucedido. El panorama en la carretera ribereña era de una zona e guerra. Se ven miles de casquillos esparcidos en el suelo y hasta un zapato que alguien perdió en la refriega. Llegan al lugar 5 vehículos llenos de militares para resguardar un punto, más adelante, en que hay varias camionetas civiles de modelo reciente totalmente rafagueadas y cuerpos de sicarios, que murieron en el enfrentamiento, aun tirados en el asfalto.

En el recorrido, la ciudadana narra lo sucedido. Reporta que en la madrugada se escucharon cerca de 20 granadazos en un fuerte combate que se extendió por casi 6 horas y que había otros lugares en el pueblo con camionetas baleadas en el enfrentamiento.

“Esto no es nada para lo que estamos viviendo todos los días en Ciudad Camargo, Tamaulipas,” reclama en su narración. “Llevamos así una semana. Parece como si el pueblo estuviera secuestrado. Pero el gobernador y el alcalde Luebbert (de Reynosa) dicen que es una psicosis, que es pura mentira.”

Posteriormente, el auto se interna en el pueblo y la reportera ciudadana va describiendo, con sus imágenes, las calles desiertas, montones de basura en las aceras que delatan que ni siquiera la recolección estaba pasando. Los semáforos no funcionan y los servicios, asegura, están saboteados por el crimen organizado.
Seis minutos y siete segundos de video que dieron la vuelta a los noticieros nacionales, eran suficientes para echar abajo el discurso del gobernador Eugenio Hernández sobre la psicosis generada por falsos rumores desde Internet.

El 5 de Marzo, el video fue presentado por Denise Maerker en su programa de televisión “Punto de Partida” dentro de un reportaje sobre la violencia en Tamaulipas. También presentó imágenes de camionetas baleadas con rótulos del Cartel del Golfo.

“La semana pasada, ante la negación de las autoridades respecto a lo que estaba sucediendo, los ciudadanos optaron por romper el cerco de silencio e incredulidad que se cernía en torno a ellos y a través de mensajes, correos y redes sociales enviaron fotografías y videos de lo que estaba ocurriendo. Bien por estos ciudadanos y por esta mujer,” sentenciaba la periodista.

Ver video: http://www.youtube.com/watch?v=aQ5-b9j2DEs&feature=player_embedded

Ante las evidencias que presentaban los medios nacionales, Eugenio Hernández guardó silencio. Sus referencias al tema eran vagas, y seguía minimizando lo que sucedía en el estado.

El 30 de Marzo, de cara al período vacacional, el gobernador envía un mensaje que buscaba tranquilizar a la ciudadanía, luego de que en las últimas 24 horas habían asesinado a 18 personas en 4 ciudades del estado.
“Se pueden sentir seguros,“ aseguraba enfático Hernández al portal La Verdad de Tamaulipas. “(El estado) es tan seguro o tan inseguro como cualquier parte del país, pero por eso estamos reforzando nuestra labor, tanto en sus trayectos, con la Policía Federal y municipales, implementando operativos especiales.”

Las declaraciones, obviamente, no generaron ningún tipo de confianza entre los viajeros. El propio Secretario de Turismo del estado, Javier Villarreal Terán, declaró al semanario Proceso unas semanas después, que la afluencia de visitantes a Tamaulipas durante el período vacacional cayó 30%.

Ingobernabilidad

El 25 de Marzo se abría un nuevo frente de ingobernabilidad en Tamaulipas con la fuga de 40 reos, todos del fuero federal, del penal de Matamoros sin hacer un solo disparo. El gobierno reportó la noticia en un escueto boletín. No hubo ningún pronunciamiento del gobernador.

Apenas una semana después, otros 13 reos fueron liberados del penal de Reynosa por un comando armado luego de un enfrentamiento en que murieron otros 3 reos. Once de ellos eran del fuero federal.  El gobierno del estado sólo reportó el enfrentamiento, pero no la fuga. Fue un funcionario anónimo de la PGR quien filtró a la prensa la evasión de los 13 reos.

Eugenio Hernández, finalmente, aceptó la fuga en Reynosa y argumentaba no tener control sobre los penales del estado por el problema que representan los mil 700 reos federales que purgan condenas en cárceles locales. Veladamente, lanza la papa caliente al gobierno federal.

“Hemos sufrido lamentablemente dos fugas masivas en penales tamaulipecos,” admitió el gobernador en declaraciones publicadas por Milenio el 6 de Abril. “Ante ello hemos pedido al gobierno federal su apoyo ya que gran parte de los reos que están purgando condena en nuestros penales, son reos del fuero federal.”
Además, al día siguiente en Tampico, inexplicablemente, Eugenio Hernández volvió a su discurso de los falsos rumores y las redes sociales a pesar de las múltiples evidencias de lo que sucedía.

“No podemos estar a expensas de una serie de rumores e informaciones falsas que impidan a la gente hacer su vida cotidiana,” insistía y sugería una conspiración. “Nos quieren desestabilizar. Es importante no atemorizarse, no creer todo lo que se dice porque, desgraciadamente, hay una campaña bien orquestada para desestabilizar a la ciudadanía.”

El 27 de abril, el gobernador de Tamaulipas publica un video con un mensaje donde acepta que el estado vive un clima de violencia en donde se han perdido vidas inocentes.

“Debido al crimen organizado, México vive momentos muy difíciles en materia de seguridad,” acepta el gobernador en el video. “Este fenómeno se presenta en gran parte del territorio nacional, Tamaulipas no es la excepción. Lamentablemente se han perdido vidas inocentes y en algunas regiones de Tamaulipas hay daños en la actividad económica.”

Es entonces, después de 3 meses, cuando en su discurso comienza a aceptar, por fin, que la violencia de Tamaulipas, no sólo existía en la imaginación de los ciudadanos. Lo que no sabía Eugenio Hernández, era que lo peor estaba por venir.

Terrorismo En Tamaulipas

El 9 de Mayo, arrancando la carrera electoral donde se elegiría al nuevo gobernador del estado, el líder nacional del PAN, César Nava, lanzó una opinión casi profética que se publicó en El Universal. Decía que un gobierno como el de Eugenio Hernández, que no puede garantizar la seguridad de los ciudadanos, tampoco puede ofrecer seguridad a los candidatos.

Tan sólo 4 días después, el candidato panista a la alcaldía del municipio de Valle Hermoso, Mario Guajardo, era ejecutado junto a su hijo y un colaborador.

“Nos duele y nos lastima a todos los tamaulipecos este tipo de acontecimientos,” dijo Eugenio Hernández. “Enviamos una condolencia muy sentida a la familia Guajardo y a la familia Treviño por la pérdida irreparable de estas tres personas. Lamentamos este acontecimiento que lastima a Tamaulipas y a México. Tengo el compromiso como gobernador de ordenar las investigaciones y hacer nuestro esfuerzo para poder esclarecer estos crímenes.”

Sin embargo, nadie resultó detenido ni se presentaron avances en la investigación. No sería la última ejecución de la campaña electoral.

El 29 de junio fue ejecutado Rodolfo Torre Cantú, candidato al gobierno de Tamaulipas por el PRI, con una ventaja tal en las encuestas que ya se le veía como virtual gobernador para suceder a su amigo Eugenio Hernández. Era el asesinato político de mayor perfil en los últimos 15 años.

Un comando armado detuvo el convoy del candidato en una carretera en Ciudad Victoria y lo acribilló, seis días antes de las elecciones, en un crímen que de inmediato fue atribuido a la delincuencia organizada.
Los asesinos dejaron claro que eran ellos, y no el gobernador Eugenio Hernández, quien mandaba en Tamaulipas. Era el golpe más duro que recibía el gobernador en su gestión.

“México y Tamaulipas están agraviados,” manifestó el gobernador. “La política de jugar derecho es la que hoy demanda México y la que perfecciona la democracia. Los discursos se han agotado, la sociedad exige resultados. No podemos permitir que el país se nos vaya de las manos.”

Las declaraciones de Eugenio Hernández en reacción al asesinato de Torre parecían dirigidas al presidente Felipe Calderón, una vez más intentando desviar la responsabilidad hacia el gobierno federal. Pero era, en realidad, al propio Eugenio Hernández a quien se le habían agotado los discursos y a quien se le iban a exigir resultados que nunca entregó.

En varias ocasiones refirió que se tenían avances en la investigación que no podía revelar por el sigilo de la investigación y en otras se limitaba a exigir justicia.

“Desde aquel aciago día la familia del doctor Torre, la sociedad y el gobierno de Tamaulipas, hemos mantenido nuestra exigencia de conocer la verdad y que se haga justicia,” declaró el 4 de agosto de 2010.

Los avances en la investigación fueron mínimos, y el asesinato de Rodolfo Torre cada vez se perdió más en el discurso de Eugenio Hernández y en la opinión pública de Tamaulipas. Desde el día del asesinato hasta mediados de septiembre, Eugenio Hernández sólo se pronunció en 7 ocasiones al hecho.

El 5 de Agosto la violencia escaló otro nivel en Tamaulipas, con la detonación de un coche bomba en el Complejo de Seguridad Pública de Ciudad Victoria. El atentado también le fue atribuido al crimen organizado.

La reacción del gobernador fue apenas tibia al afirmar que grupos delictivos intentan desestabilizar la entidad y solicitó a los representantes del Consejo Interinstitucional de Seguridad Pública, compuesto por Sedena, PFP y PGR una mayor vigilancia en las principales carreteras de Tamaulipas.

A finales de Agosto se dio la semana más violenta en Tamaulipas. Comenzó el Miercoles 25 de Agosto con el hallazgo en un rancho de San Fernando de 72 personas ejecutadas.

Era la matanza más grande que se daba en la historia de la entidad, y su autoría se atribuyó a “Los Zetas.” La masacre originó una crisis diplomática, porque los asesinados eran migrantes, la mayoría extranjeros, que iban en tránsito hacia Estados Unidos.

Pero la matanza representó también la confirmación del estado fallido en Tamaulipas evidenciando el nivel de colusión de las instituciones con el crimen organizado. La noticia dio la vuelta al mundo, donde Tamaulipas fue visto como la tierra de la barbarie gobernada por los criminales, y no por los políticos.

Abrumado por la dimensión de la noticia, Eugenio Hernández se limitó a enviar un comunicado. Su rostro prácticamente se iba a desaparecer de la opinión pública en esa semana trágica, limitándose a boletines y a una única entrevista concedida en radio a Joaquín López Dóriga.

Según el comunicado enviado por su oficina de Comunicación Social, Hernández “en tono enérgico condenó los lamentables hechos violentos cometidos por grupos criminales en el municipio de San Fernando en el que perdieron la vida 72 migrantes en su  mayoría centroamericanos, por lo que demandó al gobierno de la república mayor reforzamiento de elementos del Ejército, la Marina y Policía Federal en la entidad.”

La respuesta de Eugenio Hernández reflejada en el comunicado vuelve a ser vaga e irresponsable. Una vez más, parece condicionar la gobernabilidad del estado a la presencia de fuerzas federales e incluso en el boletín sugiere que para frenar el tráfico de armas al país “el Ejército y la Marina sustituyan las funciones de la Policía Fiscal en todas las aduanas del país.”

Nuevamente enlista una serie de justificantes para la violencia aduciendo que “en Tamaulipas se ha encarado este problema, que se ha agudizado recientemente por la situación geográfica cercana a los Estados Unidos que acrecientan los fenómenos migratorio, de repatriación y tráfico de armas, mezcla de variables, dijo, que han hecho de la inseguridad un patrón de vida inaceptable para los tamaulipecos y los mexicanos. “

La Polémica Entrevista Con Joaquín López Dóriga En Radio Fórmula

Esta campaña sistemática de desvío de la responsabilidad hacia el gobierno federal no iba a pasar desapercibida ni para los tamaulipecos ni para Joaquín López Dóriga en la entrevista de radio del 27 de Agosto.

Lo dicho por el gobernador de Tamaulipas en la entrevista arroja una cantidad de respuestas importante para conocer el pensamiento de Eugenio Hernández frente a la crisis de violencia que viven sus gobernados.

Dibuja el perfil de un hombre que no asume ninguna responsabilidad, que ataja cualquier cuestionamiento argumentando que es una crisis de todo el país y no exclusiva de Tamaulipas. Sugiere que él no ha fallado y ha sido sólo el gobierno federal el causante de la situación.

Sus respuestas son predecibles, teatrales y, hasta por momentos, cómicas y cantinflescas.

Para el momento en que López Dóriga establece contacto con Eugenio Hernández, ya estaba confirmada la explosión de otros dos coches bomba en Ciudad Victoria, uno de ellos afuera de las instalaciones de Televisa y el otro en Transito municipal.

En la entrevista, el gobernador inicia enfrascándose en un monólogo de casi 5 minutos donde narra los hechos de violencia en Tamaulipas, la importancia estratégica de la entidad para el crimen organizado y narra un contexto histórico desde las épocas pioneras del contrabando en el estado.

Joaquín López Dóriga interrumpe el soliloquio de Eugenio Hernández con un cuestionamiento duro en un tono que pareciera desdeñar el discurso frío y pasivo de su interlocutor.

“Pero nada de esto es una historia nueva. Eso ha sido históricamente lo que sucede en la frontera,” le responde el periodista. “Lo nuevo es que ejecutan a 72 seres humanos, uno tras otro, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… hasta llegar a 72.”

El gobernador se ve en apuros ante la evidencia del cuestionamiento y sale al paso diciendo que este tipo de grupos criminales “han estado operando en muchas partes del país pues también tienen presencia en otros estados.”

López Dóriga lo vuelve a interrumpir para insistir en que el gobernador se enfoque en poder ofrecer una explicación de la matanza y no divague el tema a otras entidades.

“Lo que pasa es que, además de la barbarie, mataron a 72 y no hay detenidos. La Marina detuvo a uno, sí, pero ¿dónde están los órganos de procuración de justicia? Yo no los veo.”

Se refería a esos mismos órganos de procuración de justicia estatales que no habían sido capaces de entregar resultados concretos en ninguno de los hechos de violencia que había vivido el estado. La respuesta de Eugenio Hernández es evasiva, protocolaria, general, nuevamente vaga e incapaz de responder a un cuestionamiento tan directo y claro.

“Bueno, yo espero y tengo confianza al igual que los familiares de estas personas, de los paisanos de ellos y de todos los mexicanos de que logremos vencer a la delincuencia organizada. Creo que es importante continuar esta lucha, Joaquín. No podemos parar, al contrario, hoy más que nunca tenemos que reforzar y fortalecer esta pelea que estamos dando contra la delincuencia organizada.”

La pregunta de López Dóriga iba enfocada a que el gobernador ofreciera una explicación de la nula rendición de cuentas de los órganos de procuración de justicia estatales en los hechos violentos. Ante lo vago de la respuesta, el periodista insiste.

“También había esta esperanza, porque ya ni siquiera es confianza, sino esperanza de que se detuviera a los que mataron a Rodolfo Torre Cantú el 28 de junio. Hoy es 27 de agosto y nada. Pero nada, ¿eh? ¡Cero!”
La respuesta de Eugenio Hernández no aporta ninguna novedad. Se apega a su discurso recurrente de casi dos meses sobre el tema. Asegura que en la investigación se avanza, aunque los resultados nunca se presentan. Asegura también tener confianza en la PGR, pero el periodista no lo deja ni terminar la predecible respuesta. Le interrumpe con otro cuestionamiento duro y conciso.

“¿Y usted tiene confianza en la Procuraduría de Tamaulipas?” le cuestiona López Dóriga.
“Totalmente. Nosotros coadyuvamos aquí con la investigación…” responde el gobernador, pero antes de incursionar en el discurso vacío, López Dóriga lo vuelve a interrumpir.

“¿Y la gente tiene confianza?” le pregunta incisivo el periodista. “Porque lo que yo registro en Tamaulipas es temor. Si usted me dijera ‘Vamos a hablar la neta’ Yo siento que se les ha ido Tamaulipas de las manos y que sería una expresión en algunas zonas de Tamaulipas, de estado fallido, porque el gobierno, el Estado Mexicano, no tiene control.”

Ya en un tono que asoma molestia, Eugenio Hernández contesta que hace un par de meses él había declarado que la violencia los había rebasado.

“Y no me refiero al gobierno del estado,” precisa el gobernador. “Me refiero al gobierno federal, porque este tipo de cosas están siendo realizadas por grupos de delincuentes organizados. Nosotros coadyuvamos en ese tema con el gobierno federal, pero que no se nos olvide que esa es una responsabilidad y una atribución del gobierno federal.”

Otra vez, pero esta vez más claro y obvio que nunca, Eugenio Hernández culpaba al gobierno federal del clima de anarquía que reina en Tamaulipas.

El deslinde ante la responsabilidad que había asumido el gobernador en su discurso era tan obvio que se había vuelto predecible. López Dóriga ya estaba preparado para recibir esa respuesta. Inmediatamente, lee un correo electrónico que había reservado para la entrevista.

“Me dice otra persona en un correo: ‘El gobernador le va a decir que no pasa nada y que es culpa del presidente porque es un asunto federal.”

La respuesta del gobernador es sorpresiva, pues hace la descripción más severa hasta la fecha, del panorama actual y futuro en Tamaulipas.

“Pues sí, Joaquín. Definitivamente,” acepta Hernández. “Yo no digo que no pase nada. Sí pasa. Desgraciadamente pasa y va a seguir pasando todavía, porque yo no veo, de momento, algo que podamos hacer que pare esto de la noche a la mañana.”

La aceptación que hace el gobernador de su propia incapacidad, parece dejar incrédulo a López Dóriga que hace una pregunta con buena carga de sarcasmo.

“Oiga, gobernador,” cuestiona el periodista aun y cuando ya sabía la respuesta a lo que iba a preguntar.”¿Cuándo toma posesión su sucesor o cuando termina usted?”

“Yo termino el 31 de diciembre, Joaquín, de este año,” responde con ingenuidad Hernández.

El remate que haría López Dóriga parece sincronizado con el de miles de tamaulipecos que escuchaban la entrevista:

“Nooo, pos apenas estamos a 27 de agosto.”

Más Terror

Al día siguiente de la entrevista, el centro de Reynosa es cimbrado por la explosión de tres granadas de fragmentación a pleno mediodía dejando decenas de civiles heridos.

Esa misma noche estallaba otro explosivo en Tampico dejando dos heridos.

El 29 de Agosto, seguía la violencia en Tamaulipas con la ejecución del alcalde del municipio de Hidalgo, Marco Antonio Leal García.

En esos 4 días, de norte a sur en el estado, la violencia se recrudeció. Se encontraron 72 inmigrantes ejecutados, se detonaron 2 coches bomba y 3 granadas, además de que un alcalde también fue asesinado.

Tan sólo unos días después se fugaron 89 reos del penal de Reynosa, 66 de ellos eran del fuero federal. Con ellos sumaban ya 201 reos evadidos de penales del estado en el presente año.

La respuesta de Eugenio Hernández era predecible. Dijo que solicitará la custodia de reos federales en los penales de la Federación para evitar otras evasiones.

Estado Fallido

Eugenio Hernández es el mandatario de la entidad que más se acerca al concepto del “Estado fallido.”
Se considera que hay 12 condicionantes para determinar el fracaso de la autoridad del Estado en el territorio.

Tamaulipas es un estado con un cada vez mayor número de gente saliendo en busca de refugios más seguros. Su sociedad es víctima de una paranoia grupal a causa de grupos violentos que buscan venganza.

 Hay un incipiente declive económico a raíz de la situación de violencia. Hay una sensación de criminalidad y falta de legitimidad en el gobierno del estado. Hay una violación generalizada de los derechos humanos y suspensión arbitraria del estado de derecho. Hay una élite en el crimen organizado que impone su voluntado al estado.

Tamaulipas empieza a cumplir con 6 de los 12 requisitos del Estado fallido. Más lo que se acumule porque a Eugenio Hernández todavía le queda hasta fin de año como gobernante.

lunes, 18 de octubre de 2010

Secuestro Y Extorsión: Las Crónicas Del Despojo.


El trasiego de droga es el menor de los males que le acarrea el crimen organizado a una ciudad como Reynosa.

Y, en realidad, los enfrentamientos armados son la punta del iceberg. Son apenas las formas visibles de un flagelo mucho más grande que yace bajo la superficie. Una pesadilla subterránea que no va a las cifras, que se propaga discretamente, casi como un susurro, en las historias de sobremesa de la ciudad.

Son el secuestro, la extorsión y el despojo. Es esa angustia que acarrean lo que más espanta. Es el timbre del teléfono con el número privado, el paso de la camioneta sospechosa frente a nuestra acera o la entrada del cliente atípico a nuestro negocio. Es ese el verdadero terror, no porque las balas no maten, sino porque el terror mata más lentamente.

El negocio del crimen organizado se ha ramificado. Hoy los carteles del narcotráfico recurren al despojo para seguirse enriqueciendo.

Despojan de casas, ranchos, terrenos y locales. Obligan a sus víctimas a vaciar sus cuentas bancarias para poder seguir con vida. No tienen ningún empacho en dejar familias enteras en la calle.
Este es el testimonio de dos personas que vivieron esa pesadilla. Que lo único que no perdieron es lo que, para ellos, ya menos vale: la vida.

Por su propia seguridad los llamaremos Pedro y Juan. No abordaremos detalles específicos y nos tomaremos algunas licencias en la historia para proteger sus identidades. Pero son dos historias reales de entre las decenas de casos que se cuentan en Reynosa.

Juan

Juan es comerciante. Tiene un negocio pequeño pero un grupo de amigos grande, y eso le ayudó a ir creciendo a buena ritmo. Es carismático, se relaciona fácilmente y así consiguió un buen número de clientes. Su comercio es 100% lícito y al paso de los años compró una casa mediana en un buen vecindario y un par de autos Civic, y después se hizo de dos terrenos. Forjó un patrimonio cómodo, pero no lujoso. Su perfil de vida se podía catalogar como clase media-alta.

Hasta que el crimen organizado puso sus ojos en él. Un día llegó un hombre a su negocio preguntando por el dueño. Al identificarse Juan como tal, el sujeto le comunicó que su jefe quería verlo. Juan se resistió a ir a hablar con alguien que no conocía, pero el sujeto fue lapidario: “El jefe te va a ver, quieras o no.”

Entraron al negocio un par de hombres con fusiles de alto poder y Juan tuvo que abordar una de las dos lujosas camionetas en que se desplazaban los hombres armados.
Así empezó a cambiar una vida.

“Me vendaron los ojos y me pasearon por la ciudad hasta que sentí que entrábamos en un camino de terracería. Las camionetas se detuvieron, me bajaron y me quitaron la venda apenas pasamos la puerta de la casa,” dice Juan.

“Entramos a un cuarto grande,” continúa Juan en su testimonio. “Vi muchas personas que tenían amarradas de pies y manos sentadas con la espalda a la pared. Había señoras y niños. En total debieron ser alrededor de 12 o 15 personas las que tenían allí, todas en silencio. Y había también hombres armados en la entrada del cuarto.”

Juan reconoce que no le hacía sentido que le quitaran la venda de los ojos en ese cuarto, pues le permitían ver a todas esas personas que también tenían cautivas. Después lo entendió. Era para que viera, él mismo, que la situación iba muy en serio. Era una forma de presión psicológica, una herramienta de terror.

Lo metieron a una pequeña oficina dentro de la misma casa. Era la oficina del jefe. Juan no recuerda mucho sobre las facciones de esa persona, ha preferido borrarlo de su mente por su propia seguridad, pero no olvida que lo que más le llamó la atención era el intenso olor de su perfume.

El aromático jefe fue muy conciso. Juan tendría que pagarle 5 millones de pesos o sería asesinado y desaparecido. Su familia no tendría ni siquiera un lugar a donde irle a llorar.

“Yo no tenía esa cantidad,” recuerda en su testimonio. “Es más, en el banco no tenía ni 300 mil pesos. Todo lo que tenía, eran mis propiedades.”

“Sabemos lo que tienes, Juan,” le increpó el jefe. “Queremos tu negocio, tus carros y tus terrenos. Quédate con tu casa.”

En los días siguientes, Juan fue escoltado por los delincuentes a oficinas para hacer el papeleo y poner sus propiedades bajo el nombre de una persona que los criminales le dieron, lo mismo que el traspaso de su negocio. Legalmente, Juan dejaba de ser el dueño. No habría nada qué hacer.

En unos días perdió el fruto del trabajo de muchos años pero, sobre todo, fue perdiendo su salud mental. Fue también perdiendo su visión del futuro cómodo que había vislumbrado para su familia.

Se convirtió en una víctima más del terror. Dejó de caminar por las calles, dejó de ir a lugares públicos. Se olvidó del cine, del partido de beisbol de Carlitos.

“Me quedé como en el limbo. Me sentía zonzo,” reconoce Juan. “Mi cabeza se volvió loca. Se me olvidaban las cosas más simples. Y también tenía un chingo de miedo hasta de cómo suena el motor de una camioneta, del timbre del teléfono, o sea, pendejadas de esas. ¡Imagínate! En la casa dejamos de contestar llamadas de números que no conocíamos. Cambiamos número, celulares ¡Todo!”

Pero a los dos meses los delincuentes regresaron. Querían más. De nueva cuenta, Juan fue subido a una camioneta y llevado a la oficina de un notario público para ser despojado legalmente de su último bien: la casa.

“Ahora sí. Oficialmente estaba bien jodido. Tenía muchos sentimientos en mí. Rabia, impotencia, culpa, tristeza, miedo. Mil cosas. No sabía qué hacer. Si mover algún contacto y buscar cobrármela. No sé.”
Lo que sí sabía Juan era que su familia había quedado, literalmente, en la calle.

No tenía nada más que perder y, por lo tanto, nada que lo atara a Reynosa. Al contrario. Tomó la decisión de irse “al otro lado.”

Con los casi 300 mil pesos del banco que, de alguna forma, había logrado conservar. Se marchó con su familia al valle de Texas. Pasaron con la visa que sólo les permite cruzar, pero no vivir ni trabajar en Estados Unidos.

Por lo tanto, Juan y su familia viven ilegalmente en territorio texano. Algunos de sus amigos lo apoyaron y ha podido conseguir trabajo con otros muchos tamaulipecos que han cruzado la frontera en busca de seguridad. A comenzar todo de nuevo.

El pasado 14 de julio, el periódico El Universal publicó un artículo titulado “Un éxodo beneficia a Texas” donde aborda la temática de las familias mexicanas desplazadas del país por la violencia en la frontera.
El Universal publica una cifra escalofriante que nos permite conocer cuál es la dimensión real del secuestro y la extorsión en Tamaulipas:

“Víctor Castillo, integrante de la Cámara de Comercio de McAllen, dice que con base en datos de los afiliados que pertenecen al sector inmobiliario, 400 familias de mexicanos llegaron a vivir en los últimos seis meses (de febrero a julio de 2010) a ciudades del sur de Texas, como Mission, Edimburgo y McAllen. De acuerdo con estos cálculos, a diario dos familias mexicanas han comprado o rentado casa en esta región de la Unión Americana.”

Esas son las historias que no se difunden, los delitos que no se reportan, las muecas de mandíbula apretada con la ira que se queda contenida.

Pedro

Pedro es otro testimonio del secuestro y la extorsión. Es otra crónica del despojo que lo ha dejado, dice, ya sólo esperando la muerte.

Es un profesionista que trabaja por su cuenta. Se mantiene soltero, sin hijos, y su única familia son sus hermanos.

Tenía un patrimonio importante que había heredado de sus padres y abuelos. Propiedades, ranchos, terrenos y dinero en el banco. Se podía considerar una persona adinerada que vivía con holgura aunque sin lujos ni ostentación.

Hasta que también un día fue levantado por una camioneta.
“Salía de mi oficina,” recuerda Pedro sobre aquel día. “Caminaba hacia mi coche y una camioneta tipo Tahoe o Denali blanca me cerró el paso. Bajaron de mi lado dos tipos y sentí un golpe muy fuerte en el estómago que me dejó sofocado. Me subieron y me pusieron una tela obscura en la cabeza.”

Lo llevaron a una casa dentro de la ciudad. Asegura que estaba sola y ahi lo tuvieron confinado unos días, atado de pies y manos, con alimentación precaria y defecando en el mismo lugar. “Peor que a un animal,” describe.

Como a los 4 días escuchó el sonido de varias camionetas llegando al lugar y un personaje entró a hablar con él. Se identificó como el hombre, decía, que “nomas sus huevos mandaban” en la ciudad.
“Semanas después, ya cuando terminó todo, ví una foto con la cara de este fulano en un cartel de los más buscados por el FBI. Hasta tenía recompensa y todo.”

Efectivamente era un personaje importante dentro de la jerarquía de las organizaciones criminales que operaban en Reynosa.

La propaganda de los carteles en pugna por el control de Tamaulipas ha consistido en deslindarse de los secuestros y las extorsiones, acusando a la organización rival de perpetrar esos ilícitos y esas violaciones, aseguran, a los códigos del narcotráfico.

Pero la realidad, basada en testimonios provenientes de muchas ciudades del noreste mexicano es que ambos carteles secuestran y extorsionan. No hay cárteles “buenos” y “malos” en esta guerra. Todos son la misma escoria.

A diferencia de Juan, a Pedro no lo dejaron libre. Lo mantuvieron secuestrado en esa casa por varias semanas, mientras sus hermanos se deshacían de patrimonio para pagar el rescate.

Pero, al igual que con Juan, a Pedro también lo “visitaron” un par de veces. A pesar de que pagaron rescate y Pedro fue liberado, semanas después lo volvieron a “levantar,” esta vez para quitarle más propiedades que le habían quedado a su nombre.

Aplicaron el mismo método de pasearlo por las oficinas de notarios públicos para poner el papeleo a nombre de terceras personas.

Para Pedro el proceso posterior ha sido diferente. Su semblante refleja coraje. Se rehusa a irse de la ciudad. No quiere saber nada de McAllen, Mission o San Antonio.

Pero hace su vida normal. Camina. Va al café. No tiene miedo, pues nada tiene ya por perder.
De lo pocos bienes que le quedaron lo de menor valor es, tal vez, su propia vida. No tiene miedo a perderla.
“Y ahora, ¿ya qué?,” acepta Pedro. “Me dejaron casi en la ruina, pero que chinguen a su madre. De mí ya no van a sacar nada.”
Abre la palma de su mano y muestra una píldora.

“La traigo conmigo todo el tiempo. El día que me quieran levantar me la tomo y adiós. A la chingada. Mejor muerto que seguir manteniendo esos cabrones.”

miércoles, 13 de octubre de 2010

Policia Municipal: La Infantería Del Narco.



En muchas zonas del país, los policías municipales se han convertido en el principal apoyo de los cárteles de las drogas y en Reynosa ni se diga, a quienes les brindan protección institucional, les sirven de operadores de campos para extorsiones y les proveen seguridad e información sobre las fuerzas federales que los buscan y de los operativos que realizan. Hay casos donde toda la estructura ha estado al servicio de las bandas de narcotraficantes, como Reynosa leal al Cártel Del Golfo, realizando las acciones de desafío más grande al Estado, como asesinar a generales comisionados para encabezar tareas de seguridad pública.

En muchas zonas del país, los policías municipales se han convertido en la infantería de las organizaciones de delincuencia organizada. Realizan o coordinan secuestros de adversarios para torturarlos y en ocasiones son ellos mismos quienes los matan. Sin su participación cotidiana el trabajo de los cárteles de la droga sería más costoso y más difícil, y sus utilidades y posibilidades para mantener la logística, el reclutamiento y la adquisición de armas cada vez más poderosas, serían más estrechas.

Este fenómeno es el factor más importante en el diagnóstico de la espiral de violencia de los últimos años y, al mismo tiempo, donde más han chocado las instituciones. Hace más de dos años, decenas de presidentes municipales le pidieron al secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, su apoyo en el combate a la delincuencia. Pero cuando les propuso que él les enviaba a jefes de policía, entrenados y pasados por los controles de confianza, ninguno aceptó. No querían tener a nadie que ellos no hubieran puesto, porque no confiaban en nadie ajeno para esas tareas. Ahí naufragó el viejo proyecto de una policía nacional.

La alternativa fue una policía estatal única, apoyada por la mayoría de los gobernadores del país –curiosamente la oposición más férrea viene de algunos panistas-, que García Luna volvió a presentar este viernes en un foro en Puerto Vallarta con alcaldes. No hubo sorpresas; el rechazo fue casi total. Los alcaldes del país no quieren saber nada de esa propuesta, pues afirman que una estrategia de combate a la delincuencia debe ser integral y multidisciplinaria. Es cierto, pero al no hacer nada por querer hacer todo junto, se ha perdido mucho tiempo.

Mientras la retórica ganó la batalla, durante este periodo se empalmaron los delitos del fuero común y los federales. La nueva generación de delincuentes comienza con  el robo patrimonial, que es el principal delito en el país. Al no atacarse avanza la carrera criminal. Quien roba en la calle, empieza a hacerlo en casas. Si no se le frena, va a robar autos. De ahí brinca a robar valores y a secuestrar. Cuando alguien llega a esos niveles ya es un delincuente con patología criminal, cuyo siguiente paso es la delincuencia organizada.

Este camino no era mecánico hasta hace pocos años, pero en la actualidad hay zonas del país donde el tránsito de robo patrimonial a delincuencia organizada es de dos meses, aunque en ciudades como Juárez, quien hoy roba a un transeúnte puede convertirse en sicario en 48 horas. La velocidad con la cual transitan de la delincuencia del fueron común –que representa el 92% de los delitos a nivel nacional- a la delincuencia organizada –cuyo 8% del total de delitos es más focalizado, pero mas violento y generador de mayores miedos- está relacionada a la ineficiencia de las policías municipales para combatir el delito en su parte primaria.

Un caso es el asesino del coordinador de la División Antidrogas de la Policía Federal en 2008, Édgar Millán, un delincuente del fuero común a quien el Cártel de los Beltrán Leyva le pagó 90 mil pesos por matarlo. Otro fueron los delincuentes que contrató el Cártel de Sinaloa ese mismo año para que colocaran una bomba debajo del automóvil del jefe operativo de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, que se frustró porque al no conocer de explosivos, la mala manipulación de ellos provocó que les explotara en las manos.

La idea de una policía estatal única tiene como racional concentrar esfuerzos y recursos en capacitación, entrenamiento, homologación de bases de datos y hasta sistemas de comunicación, que hoy están dispersos en una especie de Torre de Babel donde abundan los problemas para sumar el trabajo de 165 mil policías municipales en poco más de dos mil corporaciones de ese tipo en el país.

Los presidentes municipales, al igual que han dicho los gobernadores, sostienen que  les faltan recursos para mejorar salarios y equipamiento de sus policías. Es cierto, y en el nivel municipal es donde comienzan los problemas de seguridad pública por los problemas estructurales. Tres de cada cinco policías municipales en el país viven con menos de cuatro mil pesos al mes, lo que los hace caldo de cultivo de los cárteles de la droga que, según García Luna, gastan mil 270 millones de pesos anuales en sobornarlos.

Esto permitió, por ejemplo, que el Cártel del Golfo pagara mil 500 pesos al operador de la planta de radio de la policía de Monterrey, sólo para que cuando trasladaran un cargamento de droga por esa capital, enviara a las patrullas a direcciones lejanas de esa ruta para evitar enfrentamiento. O que por 300 pesos se pueda contar con la gracia de un policía municipal en Baja California Sur o Tlaxcala, por tres mil a uno del estado de México, o por seis mil a otro en el Distrito Federal.

El que sirvan policías municipales como mercenarios de cárteles de la droga, no es un asunto simplemente de corrupción, que sí existe, sino también de cómo cubrir sus niveles mínimos de subsistencia cuando sólo 29 entidades del país tienen salarios por encima de esos rangos, la mayoría cubre apenas dos terceras partes del mínimo establecido a partir del per cápita de cada entidad, y en el resto no alcanzan salvo para el 40% de lo que necesita un policía para vivir.

Los alcaldes están en una lógica que no termina de comprenderse. Van a contracorriente de la mayoría de los gobernadores, que han visto posibilidades de frenar la espiral de inseguridad pública a partir de un nuevo modelo. La discusión debe profundizarse para que expliquen porqué quieren la atomización policial, y que otros críticos del modelo propuesto argumenten técnicamente y sin prejuicios. Si no es la policía estatal única, que se proponga la opción, porque las discusiones políticas no han frenado la delincuencia. La realidad es que lo que existe, bueno o malo, no ha funcionado, y hay que cambiarlo.

martes, 12 de octubre de 2010

Un Nuevo Blog Para Un México Nuevo.

Hoy inicio este blog con la idea de sumarme, desde Tamaulipas, al movimiento ciudadano que se está gestando en México para unirnos ante la complicada crisis social que estamos viviendo. Tengo miedo. Lo admito. Como lo tenemos muchos en este país por la situación actual, pero es un paso que estoy convencido que tenemos que dar para superar esto.

Este blog se llamará “Despierta Tamaulipas”. En lo personal, apoyo la presencia del Ejército Mexicano en las calles, pero aun así somos un daño colateral por uno u otro lado.

Deseo que “Despierta Tamaulipas” sea un espacio valiente de denuncia, reflexión y lluvia de ideas para contribuir a ser una mejor ciudadanía. Dicen que en 2010, fiel a la tradición de cada 100 años, toca una nueva revolución. Yo espero que esta sea la Revolución Moral y Cívica de los Mexicanos.

Ya basta. Vamos en caída libre como país y cuando parece que hemos tocado fondo un nuevo hecho violento nos advierte que estamos cerca, pero que aun hay un tramo que recorrer para llegar al final.

Sabemos que estamos cerca del fondo cuando advertimos, con profunda tristeza, que nos hemos adaptado a nuestro entorno criminal.

Desde que tengo uso de razón, el narcotráfico está presente en mi ciudad y en la región, pero por muchos años fue una presencia fantasma. Sabíamos que existía y que operaba, pero podíamos hacer una vida cotidiana normal. Las noticias de grandes enfrentamientos en la vía pública eran muy esporádicas, si no es que inexistentes.

Los grandes capos de antaño en la región eran queridos. Gilberto García Mena, “El June”, era una especie de Robin Hood en la frontera chica de Tamaulipas.

Ningún crímen es bueno, pero nos damos cuenta de que el fondo está cerca cuando comenzamos a añorar el crímen del pasado. Cuando sentimos nostalgia por los tiempos en que el narco trabajaba sin afectar a quienes no se metieran con él.

Estamos mal, no cabe duda.

Hoy todo ha cambiado. El crímen organizado ha ido escalando sus niveles de violencia hasta llegar a un franco terrorismo.

Antes nos impresionabamos con el tiro de gracia, símbolo último de la deuda saldada pero, cuando eso dejó de ser suficiente, se comenzó a escalar en el mensaje. Llegaron las torturas, los mensajes en cartulina fosforescente y las ejecuciones masivas.

La sed de venganza cada vez exige más satisfactores y eso llevó a las mutilaciones, los decapitados, los destazados, los video-interrogatorios con ejecución incluida y hasta la extracción del corazón.

Aunque hay quienes se empeñan en negarlo, desde hace mucho tiempo que el crímen organizado practica el terrorismo. Sus muestras de violencia llevan intenciones mediáticas. Buscan influir en gobiernos y cuidadanos para mostrar que ellos son quienes tienen el poder.

Los asesinatos de Rodolfo Torre, de Edelmiro Cavazos y el coche bomba en las instalaciones de seguridad pública en Ciudad Victoria son claros mensajes de intimidación al gobierno, sin importar a qué partido pertenezcan.

Con cada línea de la violencia que se rebasa, nos obliga a la ciudadanía a adaptarnos. Somos lo que Charles Darwin describió hace casi 150 años en su teoría de la Selección Natural. Las especies que mejor se adaptan, tienen más opciones de sobrevivir ante sus depredadores.

En este nuevo México, hemos tenido que adaptarnos para sobrevivir a la violencia urbana y el terror creados por un crímen organizado que cada vez encuentra más nichos de negocio, pues ya no es sólo el trasiego de drogas o el narco menudeo, sino el tráfico de personas, el secuestro, la extorsión, los giros negros y hasta la invasión de predios.

El 17 de Febrero de 2009 será una fecha que nadie en Reynosa va a olvidar. En ese momento no lo sabíamos, pero nuestra vida iba a cambiar y nuestra capacidad de adaptación iba a ser puesta a prueba. Una batalla de alto poder entre bandas de sicarios y fuerzas federales se dio por varias horas en una de las zonas más transitadas de la ciudad.

Unos meses después, los medios de comunicación guardaron silencio total ante este tipo de eventos. Unos por miedo, otros por complicidad, pero los duros enfrentamientos armados en las calles de Reynosa dejaron de aparecer en los diarios, y medios electrónicos de la localidad. En Reynosa no pasaba nada, decían las autoridades.

Y una vez más, Charles Darwin tuvo razón. Los reynosenses se adaptaron al silencio de los medios y tuvieron que desarrollar un mecanismo de defensa para sobrevivir a la depredación. El reporteo ciudadano cobró fuerza a través de los blogs y las redes sociales.

En YouTube los ciudadanos comenzaban a subir videos de los enfrentamientos y en Twitter nació #ReynosaFollow, un movimiento ciudadano pionero en México donde los usuarios informaban lo que veían y escuchaban en la ciudad. Los medios nacionales comenzaron a darse cuenta, a través de las redes sociales, que en Tamaulipas sí estaba sucediendo algo muy grave. Las voces desesperadas de Reynosa, por fin, volvían a ser escuchadas. Se rompió el cerco de silencio.

La adaptación a la nueva vida en Reynosa es un proceso que está siempre en curso. Seguimos buscando y encontrando nuevas formas de poder vivir nuestra ciudad quienes seguimos viviendo aquí, pues ya muchos habitantes comenzaron un éxodo hacia lugares más pacíficos en el lado americano de la frontera.

La violencia se ha vuelto un acompañante cotidiano en nuestras vidas. Organizamos nuestra agenda tratando de realizar la mayor cantidad de pendientes en los horarios en que no recordamos que se den enfrentamientos. Planeamos nuestros trayectos por vías de la ciudad que no representen escenarios recurrentes de conflicto desde aquella vez en que un amigo o familiar quedó atrapado entre el fuego cruzado o fue despojado con violencia de su vehículo para ser usado como barricada en una batalla.

Nos divertimos ya de otras maneras. Desde hace unos años aprendimos a evadir los antros y bares cuando comenzaron las golpizas brutales, los disparos al aire o cuando reconocimos que el calvo que bailaba en la pista era el mismo rostro de un “most wanted” en un cartel del FBI. Bailábamos al lado de un gran capo del Cártel del Golfo.

Hemos abrazado la austeridad con un cariño inédito. Quienes pueden comprar una Tahoe prefieren un vehículo más sencillo. El instinto de supervivencia le ha ganado al lujo. Las historias innumerables de SUVs robadas con lujo de violencia por el crímen organizado para nutrir sus convoys ha generado que los avisos de ocasión de los diarios locales se saturen de las camionetas típicas que gustan los mafiosos. Ya nadie quiere comprar Tahoes y, los que las tienen, las quieren vender. Y lo mismo con las Avalanche, las Denali y hasta las Suburban.

Y así se pueden enumerar muchos cambios que los ciudadanos de Reynosa han tenido que adecuar para sobrevivir.

Y no solo es Reynosa. En Monterrey, por ejemplo, han comenzado a sufrir con mucha intensidad los problemas que en Reynosa tenemos un buen tiempo sufriendo. Y ellos también comenzarán su adaptación para ser mejores que sus depredadores. Y lo mismo en Sonora, y en Chihuahua, y en Durango, y en Tepic, y en Cuernavaca y en todos los lugares de México en que el crímen organizado ha aterrorizado a la ciudadanía.

Hay un nuevo México. Somos ya ciudadanos que hemos tenido que adaptarnos a una cantidad de cambios y situaciones tal, que ya somos mutantes. De esta evolución social surgirá una nueva y mejorada especie de ciudadano mexicano.

Hoy entendemos las grandes consecuencias de aquellos pequeños actos de corrupción que cometíamos justificándolo como picardía mexicana. El meterte en la fila de las tortillas, el darle al tránsito los 20 pesos “pal chesco”, ha degenerado en la situación actual.

Es un gran problema el que vive este nuevo México, pero también es una gran oportunidad como nación. De esto saldremos muy mejorados, más unidos y más fuertes.